Hilos de red.
Vibrantes y brillantes,
quedan las gotas.
Hay bajo mi piel
sostenidos por huesos
tejidos blandos
El niño come
corteza de naranja
que trae el río
El niño toma
un pedazo de fruta
de la quebrada
Dos hilos negros
chorrean de su boca.
Mirada agria.
En la cascada
completa todo el círculo
el arcoiris
En la alta rama
el balón pateado
por fin reposa.
Cielo amarillo.
Negra silueta de árbol
en la mañana.
Nada perturba
este frío amanecer.
Sólo el silencio.
Canta el cristofué.
Transporta su reclamo
de rama en rama.
Son ocho torres
que coronan el cerro.
Rojo titilar.
Rojo titilar
sobre las ocho antenas
arriba del cerro.
Por el balcón
se cuelan frías ráfagas
esta mañana.
Vuelvo a mis huesos.
A los tejidos blandos
bajo mi piel.
Desde el avión,
oscuros cerros verdes,
riberas blancas.
Negros meandros
sobre blancas riberas.
Cerros oscuros.
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