050321

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El viejo arroyo

al borde del camino,

es ahora barro.


Pasan los pájaros,

y sólo se detienen

los carroñeros.


Hedores fuertes,

basuras y cemento.

No quedan flores.


Senda empinada.

Con ella, muros, techos,

nuevas familias…


Sube la gente

con sus llantos y risas.

Crece la urbe.


Por la ventana

se asoman cuatro niños,

brillan sus rostros.


Tras una reja,

la niña en el balcón

contempla el mundo.


El callejón.

Ronroneo de carros

de madrugada.


Bajo la puerta,

el viento pasa aullando

en cada mayo.


Truenan portazos.

El viento repentino

anuncia lluvia.


Llanto de niños.

El viento arrancó el techo.

Ahora se mojan.


Hojas de bambú

sobre el asfalto negro.

Melena de agua.


Sobre otras ruinas

a la orilla del río,

casas de cartón.


Vieja en harapos.

Al beber del desagüe

arruga el rostro.


Dice piropos

y lamentos amargos,

joven borracho.


El metro lleno.

Se enjuga frente el vidrio

los ojos húmedos.


De noche pasa

con sus hijos hambrientos.

No nos bendice.


Sólo de un año

con una simple gripe

murió su niña.


Toque de queda…

Apagón y patrullas…

Gritos de madres.


La luz del alba.

Con olor a café

despierta el barrio.

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